El Portero del Prostíbulo!!!!
Este cuento
trata sobre un hombre común. Ese hombre era el portero de un prostíbulo.
No había en aquel pueblo un oficio peor
conceptuado y peor pagado que el de portero del prostíbulo... Pero ¿qué otra
cosa podría hacer aquel hombre?
De hecho, nunca había aprendido a leer ni a
escribir, no tenía ninguna otra actividad ni oficio. En realidad, era su puesto
porque su padre había sido el portero de ese prostíbulo y también antes, el
padre de su padre. Durante décadas, el prostíbulo se pasaba de padres a hijos y
la portería se pasaba de padres a hijos.Un día, el viejo propietario murió y se
hizo cargo del prostíbulo un joven con inquietudes, creativo y emprendedor. El
joven decidió modernizar el negocio.
Modificó las habitaciones y después citó al
personal para darle nuevas instrucciones.
Al portero, le dijo:
- "A partir de hoy, usted, además de
estar en la puerta, me va a preparar una planilla semanal. Allí anotará usted
la cantidad de parejas que entran día por día. A una de cada cinco, le
preguntará cómo fueron atendidas y qué corregirían del lugar. Y una vez por
semana, me presentará esa planilla con los comentarios que usted crea
convenientes."
El hombre tembló, nunca le había faltado
disposición al trabajo pero...
- "Me encantaría satisfacerlo,
señor", balbuceó. "Pero yo... yo no sé leer ni escribir."
- "¡Ah! ¡Cuánto lo siento! Como usted
comprenderá, yo no puedo pagar a otra persona para que haga estoy y tampoco
puedo esperar hasta que usted aprenda a escribir, por lo tanto..."
- "Pero señor, usted no me puede
despedir, yo trabajé en esto toda mi vida, también mi padre y mi
abuelo..."
No lo dejó terminar.
- "Mire, yo comprendo, pero no puedo
hacer nada por usted. Lógicamente le vamos a dar una indemnización, esto es, una
cantidad de dinero para que tenga hasta que encuentre otra cosa. Así que, los
siento. Que tenga suerte."
Y sin más, se dio vuelta y se fue.
El hombre sintió que el mundo se derrumbaba.
Nunca había pensado que podría llegar a encontrarse en esa situación. Llegó a
su casa, por primera vez, desocupado. ¿Qué hacer?
Recordó que a veces en el prostíbulo cuando se
rompía una cama o se arruinaba una pata de un ropero, él, con un martillo y
clavos se las ingeniaba para hacer un arreglo sencillo y provisorio. Pensó que
esta podría ser una ocupación transitoria hasta que alguien le ofreciera un
empleo.
Buscó por toda la casa las herramientas que
necesitaba, sólo tenía unos clavos oxidados y una tenaza mellada. Tenía que
comprar una caja de herramientas completa. Para eso usaría una parte del dinero
que había recibido.
En la esquina de su casa se enteró de que en
su pueblo no había una ferretería, y que debería viajar dos días en mula para
ir al pueblo más cercano a realizar la compra. ¿Qué más da? Pensó, y emprendió
la marcha. A su regreso, traía una hermosa y completa caja de herramientas. No
había terminado de quitarse las botas cuando llamaron a la puerta de su casa.
Era su vecino.
- "Vengo a preguntarle si no tiene un
martillo para prestarme."
- "Mire, sí, lo acabo de comprar pero lo
necesito para trabajar... como me quedé sin empleo..."
- "Bueno, pero yo se lo devolvería mañana
bien temprano."
- "Está bien."
A la mañana siguiente, como había prometido,
el vecino tocó la puerta.
- "Mire, yo todavía necesito el martillo.
¿Por qué no me lo vende?"
- "No, yo lo necesito para trabajar y
además, la ferretería está a dos días de mula."
- "Hagamos un trato", dijo el
vecino. "Yo le pagaré a usted los dos días de ida y los dos días de
vuelta, más el precio del martillo, total usted está sin trabajar. ¿Qué le
parece?"
Realmente, esto le daba un trabajo por cuatro
días... Aceptó. Volvió a montar su mula. Al regreso, otro vecino lo esperaba en
la puerta de su casa.
- "Hola, vecino. ¿Usted le vendió un
martillo a nuestro amigo?"
- "Sí..."
- "Yo necesito unas herramientas, estoy
dispuesto a pagarle sus cuatro días de viaje y una pequeña ganancia por cada
herramienta. Usted sabe, no todos podemos disponer de cuatro días para nuestras
compras."
El ex–portero abrió su caja de herramientas y
su vecino eligió una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. Le pagó
y se fue..“...No todos disponemos de cuatro días para hacer compras”,
recordaba.
Si esto era cierto, mucha gente podría
necesitar que él viajara a traer herramientas.
En el siguiente viaje decidió que arriesgaría
un poco del dinero de la indemnización, trayendo más herramientas que las que
había vendido. De paso, podría ahorrar algún tiempo en viajes.
La voz empezó a correrse por el barrio y muchos
quisieron evitarse el viaje. Una vez por semana, el ahora corredor de
herramientas viajaba y compraba lo que necesitaban sus clientes.
Pronto entendió que si pudiera encontrar un
lugar donde almacenar las herramientas, podría ahorrar más viajes y ganar más
dinero. Alquiló un galpón. Luego le hizo una entrada más cómodo y algunas
semanas después con una vidriera, el galpón se transformó en la primera
ferretería del pueblo. Todos estaban contentos y compraban en su negocio.
Ya no viajaba, de la ferretería del pueblo
vecino le enviaban sus pedidos. Él era un buen cliente.Con el tiempo, todos los
compradores de pueblos pequeños más lejanos preferían comprar en su ferretería
y ganar dos días de marcha.
Un día se le ocurrió que su amigo, el tornero,
podría fabricar para él las cabezas de los martillos. Y luego, ¿por qué no? las
tenazas... y las pinzas... y los cinceles. Y luego fueron los clavos y los
tornillos...
Para no hacer muy largo el cuento, sucedió que
en diez años aquel hombre se transformó con honestidad y trabajo en un
millonario fabricante de herramientas. El empresario más poderoso de la región.
Tan poderoso era, que un año para la fecha de comienzo de las clases, decidió
donar a su pueblo una escuela. Allí se enseñarían además de lectoescritura, las
artes y los oficios más prácticos de la época.
El intendente y el alcalde organizaron una
gran fiesta de inauguración de la escuela y una importante cena de agasajo para
su fundador. A los postres, el alcalde le entregó las llaves de la ciudad y el
intendente lo abrazó y le dijo:
- "Es con gran orgullo y gratitud que le
pedimos nos conceda el honor de poner su firma en la primera hoja del libro de
actas de la nueva escuela."
- "El honor sería para mí", dijo el
hombre. "Creo que nada me gustaría más que firmar allí, pero yo no sé leer
ni escribir. Yo soy analfabeto."
- "¿Usted?", dijo el intendente, que
no alcanzaba a creerlo.
- "¿Usted no sabe leer ni escribir?¿Usted
construyó un imperio industrial sin saber leer ni escribir? Estoy asombrado. Me
pregunto ¿qué hubiera hecho si hubiera sabido leer y escribir?"
- "Yo se lo puedo contestar",
respondió el hombre con calma. "¡Si yo hubiera sabido leer y escribir...
sería portero del prostíbulo!."
Adaptado por Jorge Bucay
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